ANTECEDENTES
Son muchos los estudiantes matriculados en las escuelas del país
que por una u otra razón tienen que abandonar sus estudios. Esto para sobre
llevar cargas que se esperan sean satisfechas por el gobierno y que se
consideran necesidades básicas. Estas necesidades en ocasiones afectan más allá
de la situación familiar obligándolos a desertar de la escuela y trabajar para sustentar
a los suyos (De Jesús, 2005). En especial, en la situación actual del país que
se encuentra con una tasa de 16.5% de desempleo y se considera que seguirá
creciendo en los próximos trimestres económicos.
En la mayoría de los países latinoamericanos se registraron
avances en el pasado decenio en cuanto al acceso a la educación primaria, y, en
menor medida, respecto de la cobertura de la secundaria. En efecto, las tasas
de asistencia a la educación primaria en los años noventa se elevaron hasta niveles
superiores al 90% en gran parte de los países, y en la secundaria llegaron a
bordear el 70%.
Pese a ello, subsisten importantes deficiencias y retrasos en
materia educacional, pues una proporción muy elevada de niños y niñas sigue
abandonando tempranamente el sistema escolar y un alto porcentaje de los
adolescentes que transitan del ciclo básico al medio desertan de este antes de
completarlo, sin haber alcanzado el capital educacional mínimo y las destrezas
requeridos para mantenerse fuera de la pobreza durante la vida activa,
incumpliéndose así los derechos a la educación consagrados en las declaraciones
internacionales pertinentes.
Los sistemas educacionales de buena parte de los países de
Latinoamérica comparten en mayor o menor medida los siguientes rasgos:
insuficiente cobertura de la educación preescolar, elevado acceso al ciclo
básico, y escasa capacidad de retención tanto en el nivel primario como en el
secundario. Así, la repetición y el retraso escolar –fenómenos que con alta
frecuencia anteceden a la deserción escolar– unidos a un bajo nivel de
aprendizaje de los contenidos básicos de la enseñanza, conspiran contra el
aprovechamiento del potencial de los niños y niñas desde temprana edad. Sus
efectos negativos se acumulan a lo largo del ciclo escolar, incidiendo de
manera muy desigual en las oportunidades de bienestar, sobre todo entre los
sectores más pobres.
Tasa de deserción total (2008/2009)
El Sistema Educativo Nacional en su
conjunto y cada escuela, como institución social del Estado mexicano, tienen la
misión de llevar a cabo el derecho a la educación mediante la distribución
social de conocimientos y saberes que han de ser pertinentes para los
educandos, a la vez que relevantes para la sociedad en donde viven (Sánchez y
Andrade, 2009: 13).
El Programa Sectorial de Educación
2007-2012 (SEP, 2007) ha planteado como primer objetivo abatir la deserción
escolar en educación básica y media superior, elevando la calidad de la
educación y enfocándola principalmente hacia los alumnos que se encuentran en
riesgo de deserción. El origen de esta última es multifactorial y puede variar entre
los niveles educativos. Mientras que en primaria la deserción puede deberse a motivos
familiares (falta de acompañamiento de los padres, migración inter estatal, cambio
en los tipos de servicio, etcétera), en la educación secundaria y en el nivel
medio superior, el abandono podría estar motivado por condiciones sociales,
como la inserción a la vida laboral o la falta de interés en los estudios
(ENJUVE, 2005). Situación que se agrava en media superior.
Cualquiera que sea el motivo de la
deserción escolar, ésta repercute seriamente en el desarrollo del individuo.
Los jóvenes que abandonan sus estudios, temporal o permanentemente, se ven en
desventaja con respecto a sus compañeros que continúan en la escuela: dejan de
tener acceso formal —sistemático y organizado— a la cultura, la formación
cívica, el conocimiento y a la oportunidad de aprender por aprender (INEE,
2010). Al no poseer las competencias
que exige una sociedad del conocimiento, estos jóvenes se exponen, por ejemplo,
a una inserción al mercado laboral con remuneraciones bajas, servicios de salud
y de seguridad social de poca calidad, etcétera.
La tasa de deserción total en el nivel
básico y en media superior estima cuántos alumnos de cada cien inscritos en el
ciclo escolar 2008/2009 y que no concluyeron el nivel o tipo educativo no se
inscribieron en el siguiente ciclo para continuar su educación. El indicador es
una medida aproximada de la deserción escolar entre dos ciclos escolares consecutivos.
Una estimación más precisa se podrá obtener, en un futuro, de los datos individuales
de los alumnos contenidos en el Registro Nacional de Alumnos.
En la tabla AT02d-1, se observa que la
tasa de deserción en primaria a nivel nacional es de 1.0%; las mujeres
presentan una deserción de 0.8% y los hombres de 1.2%. Estos porcentajes de
deserción equivalen a 149 028 estudiantes matriculados en el ciclo escolar 2008/2009
que no concluyeron la primaria, —ya no se inscribieron en el ciclo 2009/2010 al
mismo nivel educativo—; de éstos, 88 897 eran niños y 60 131 eran niñas.
Los sistemas educativos estatales que
poseen las menores tasas de deserción en primaria son Sinaloa, Hidalgo y
Querétaro 0.1, 0.2 y 0.3%, respectivamente. Por su parte, Baja California,
Chiapas, Coahuila y Oaxaca poseen los mayores porcentajes de abandono con 2.0,
2.0, 2.4 y 2.7%, respectivamente.
Colima, Morelos y Nayarit muestran
tasas de deserción negativas; atribuibles a la presencia de alumnos de otras
cohortes causada por reinserciones, migraciones interestatales, entre sectores
de financiamiento y/o tipos de servicio. El estimado de alumnos que desertan
(numerador del indicador) para todas estas entidades es negativo (tabla AT02d-A4
del anexo electrónico)
En secundaria, la tasa de deserción a
nivel nacional es de 6.4%, en donde las mujeres presentan una tasa de 5.2% y
los hombres de 7.6%. Lo anterior se traduce en 394 785 jóvenes que se
matricularon en secundaria en el ciclo 2008/2009, pero no la terminaron en ese
ciclo y no se inscribieron al ciclo siguiente. De estos 236 600 eran hombres y
158 185 eran mujeres. Hidalgo y Nuevo León son los estados con menor número de
desertores, 4.0 y 5.1% respectivamente; mientras que Guerrero (9.6%) y
Michoacán (11.2%) poseen los mayores porcentajes de abandono.
En educación media superior, a nivel
nacional, 15.9% de los adolescentes abandonan sus estudios; las mujeres
representan un porcentaje de 14.1% y los hombres de 17.7%. En este nivel,
desertaron 622 830 jóvenes, 336 543 eran hombres y 286 287 eran mujeres.
Las entidades con el menor número de
alumnos desertores son Tamaulipas (11.3%) y Puebla (11.6%); por su parte,
Quintana Roo (22.6%) y Nuevo León (22.4%) son los estados con los mayores
porcentajes de deserción.
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